lunes, 23 de mayo de 2011

En memoria de Atahualpa Yupanqui


Carta abierta sin tiempo para los nuevos intérpretes, compositores y la industria discográfica toda, escrita por Atahualpa en el Mayo de 1936 para ser leida HOY...


La música y la tierra

"La música es un accidente de la tierra misma, por eso en las montañas, selvas y llanuras americanas, las canción nativa es el resultado de una fusión admirable: el paisaje y el hombre. Nuestra canción vernácula tiene méritos sobrados para penetrar en este civilizado Buenos Aires y ocupar un lugar de preferencia en todos los espíritus que sientan la verdad de las tradiciones puras.
El progreso es un símbolo de civilización, pero civilizar no significa elevarse.
El peligro de la civilización –he dicho peligro, no obstáculo- radica en la intención misma de estilizar. Para enriquecer musicalmente uno de nuestros simples temas campesinos es menester sentir y comprender en lo profundo de su relación universal la esencia del sentimiento nativo.
Todo temperamento sin cultura muere; hay que estimular a los jovenes compositores.
Todo aquel que quiera llevar nuestras melodías y rítmos autóctonos al terreno de la estilización debiera formularse en lo profundo de sí mismo estas preguntas: ¿Habré llegado a penetrar las sugestiones del paisaje donde nació esta música? ¿Seré yo capaz de decir eso que no dice esta canción?
Si alcanza las respuestas, el estilizador podrá iniciar nomás su trabajo. Indoamérica perdurará en su obra; pero si la estilización responde al deseo de hacer algo nuevo que guste al oyente, nuestro folklore auténtico servirá sólo para encumbrar vanidades, el alma nativa seguirá en la quietud de los valles, en la amplitud de las llanuras, entristecida de ver que es gente americana quien explota y comercia los dulces cantares de la tierra, las hondas expresiones del espíritu que merecieron el respeto y la admiración hasta del duro conquistador. Y en Buenos Aires el folklore seguirá siendo para algunos una misión, para otros algo que está de moda, y para la gran mayoría una industria."

jueves, 10 de marzo de 2011

Saluzzi: más reflexiones sobre el folklore y la cultura

Dice lo suyo Dino Saluzzi
“Es una injuria severa lo que se me ha hecho”

Para los de más de cincuenta, Saluzzi es un emblema de la cultura salteña. Sus paisajes sonoros, poblados de melancolía abren senderos que enaltecen a los tres géneros de la música popular.



Dino Saluzzi es bandoneonista, compositor. Cultiva el respeto hacia la música como pocas veces se ha visto sobre algún escenario. Nació en 1935 en Campo Santo y a los siete años ya ensayaba melodías con el fuelle.

Para los de más de cincuenta, Saluzzi es un emblema de la cultura salteña. Sus paisajes sonoros, poblados de melancolía abren senderos que enaltecen a los tres géneros de la música popular.

Con todo, los más jóvenes, tal vez no conozcan su arte y otros -no adrede- no lo comprendan como para escucharlo en silencio.

Así, luego de veinte años de ausencia, el músico retornó al escenario Payo Solá, pero el público de la Serenata a Cafayate lo silbó y él se retiró tras jurar que no volvería a pisar un escenario folclórico.

Tal vez en él se cumpla la frase que reza que ‘nadie es profeta en su tierra‘ o tal vez no. Luego de aquel desafortunado 18 de febrero, Saluzzi dialogó en exclusiva con El Tribuno. Dio su visón de los hechos, habló del público, los organizadores y su pasión por la música.

‘Creo que lo que sucedió durante mi actuación fue una cosa preparada. O sea, me tendieron una trampa. Porque empezaron los silbidos y no sabían ni siquiera qué estábamos tocando. Ése es el principio de la cosa.

Pero esto ya pertenece al pasado y yo he revertido la situación. En el sentido de que nunca imaginé que yo tuviera tantos adeptos. Me has escrito mails de apoyo y amistad desde Europa, Estados Unidos o Venezuela. La gente no come vidrio. Sabe. Y separó la paja del trigo. Esto me alienta muchísimo porque hay gente a la que realmente le interesa y respeta las músicas que da nuestra patria. Para mí fue absolutamente positivo‘. En un tono reflexivo el músico analiza los tristes hechos que lo tuvieron como protagonista y recalca:

‘Tengo -por supuesto- el dolor de ser rechazado, pero la convicción de que uno hace las cosas y la gente no tiene la obligación de apoyarlo o no apoyarlo. Y en Cafayate eligieron algo que no va conmigo. Porque yo soy un músico, no soy un folclorista. En mi trabajo, tomo la música del folclore; la desarrollo y trato de que eso sea una obra artística. Eso me quedó muy claro‘.

-Tal vez el público de los festivales no está acostumbrado a música de esa profundidad

Más que la preparación del público, es la idoneidad de quienes organizan, con el dinero del erario público -no con su dinero personal, por supuesto, sino con el dinero que da el gobierno-, han demostrado que muchas veces se confunde todo por falta de idoneidad. No son personas malas. Son personas ignorantes que no saben qué tienen que hacer, no conocen nada. Entonces juntan todo y amontonan todo. Eso no es posible. La música, principalmente tiene que tener un ámbito donde no pierda valor y donde la música esté representada por músicos. Porque si son todos cantores -ni siquiera cantantes-, cantores de peña -de vinito, de carnaval y todas esas cosas-yo estoy muy al margen de eso.

No me gusta ver a la gente enajenada por el alcohol o ebria, me da pena. Yo he tenido un problema familiar muy grande con respecto del alcohol. El lugar donde se vende alcohol y se hace música ya deja de ser un ámbito propicio para la música. Porque la música es el producto del pensamiento y del trabajo, es un elemento muy importante que sirve para la educación de las personas. Cuando eso no está en manos de gente que sabe. Creo que hay que acomodar las cosas, en el buen sentido.

Considero, incluso, que Cafayate puede llegar a ser un festival de bastante importancia, pero tiene que estar hecho por gente que sabe. Lo mismo Cosquín. La gente confunde quiénes son músicos. Habría que tener un poco más de respeto para la música. Si dicen ‘folclore‘ y la gente va y se divierte, baila, come, chupa, está en todo su derecho. Nadie puede oponerse a ello. Sucede que la música tiene que tener un ámbito especial. Es indudable.

Porque ya sabemos que en lugar de ser una muestra de lo que sucede en el acervo musical y en la cultura popular del país, son un borracherío. Ya no se escucha ni una zamba.

-Muchas veces se quiere homenajear a los grandes, pero se recae en formas equivocadas ¿cree que eso sucedió con usted?

No sé. El gran problema de la música argentina es el festival folclórico. Porque generalmente se hace como una bacanal. Entonces ninguna de las cosas que son el resultado del trabajo de esos muchachos que se dedican a hacer esa media música que es el folclore es apreciado en su verdadera dimensión.
Parece un certamen incomprensible, una cosa rara. Se ha cometido un error -a mí se ocurre- con fines políticos. Porque todas las canciones que se escuchan son una aberración literaria. Es mucho lo que se ha dañado con eso. Se ha promovido el facilismo. Se ha demostrado que se puede juntar a 20 mil personas aplaudiendo una cosa que no tiene absolutamente ningún valor.

-¿Por qué cree que ocurre que sucede eso?

La labor de educación, de la formación de la juventud argentina, queda relegada a un segundo plano. Porque no se tiene información.

Por ejemplo, ahora van a comenzar las clases. Las autoridades no piensan que generan un ejemplo peligrosísimo para la juventud. Porque la juventud va a concurrir a clase, habrá aumento de salarios para los docentes, pero lo más importante es insistir y encontrar la manera de incentivar el estudio y la dedicación. Los chicos van al colegio y no estudian nada, por todo este tipo de ejemplos.

Yo estoy a punto -voy a tratarlo con mi abogado- (no es una amenaza sino que yo quiero ver si puedo seguir ayudando a las buenas maneras en la educación) hacer una demanda a la municipalidad de Cafayate por injurias. Es una injuria severa lo que se me ha hecho.

-Usted hablaba de la importancia de la educación y todo artista responsable es docente, en tanto muestra maneras de ver el mundo

Una persona que, de alguna manera, accede a la música; accede también a su sensibilidad. La sensibilidad apunta hacia la fraternidad y -por qué no decirlo, aunque está muy bastardeada la palabra-al amor, al respeto, las buenas maneras desde todo punto de vista.

Saluzzi explica: ‘los directores de cultura tienen que dejar de cobrar el sueldo y estar sentados haciendo tonterías, tienen que dedicarse a trabajar por la comunidad. Los directores de cultura son las personas que toman el pulso, no solamente al académico, al que estudia en el colegio secundario, sino a toda la población.

En ese aspecto, el director de cultura, educación o turismo no está trabajando bien, el escenario de Cafayate tiene problemas de construcción bastante serios. Ahí cualquier día va a haber un accidente grave. Es un desastre para la protección de las personas‘.

El bandoneonista recuerda la frase con la que abandonó Cafayate y asegura: “Si bien dije no piso más un escenario folclórico, no quiere decir que me ausente de la música folclórica. El folclore ha servido de inspiración para toda la música del mundo. Es el germen de la gran música -así como lo es el tango y la música del Litoral-, pero necesita pasar por manos de músicos. Nosotros perdemos lo esencial. La música queda sin geografía. Se ha perdido la raíz por culpa de los depredadores. Todos cantan, pero son pocos los que han estudiado música. Todos cantan y cantan de una manera sospechosa, desafinada, con letras absurdas. Hay una falta de respeto al ‘Cuchi‘ Leguizamón, a Falú, a Perdiguero, al Payo Solá, a Marcos Tames, a José Lo Giúdice, músicos que fueron de Salta”.

-¿Existe una tibieza, una falta de compromiso en los compositores actuales?

Sí, es por la falta de conocimiento. Hay que investigar muchísimo para hacer música argentina. Sobre todo porque se retuvo la música en Ginastera, en los Castro. Manolo Juárez, el Negro Lagos, fueron personas que se ocuparon de estudiar y fueron responsables con lo que hacían. Estos chicos de ahora piensan sólo en el aplauso y en el griterío de la gente. Hay una gran confusión y no sé lo que va a pasar. Yo tengo grandes esperanzas, sigo peleando por el folclore y por la música argentina.

Finalmente, recobrado del dolor por el apoyo de sus admiradores, Saluzzi habla de su pasión: “La música es el resultado de la razón y el discernimiento. De la captación de los sentires profundos del alma, de la percepción de los avisos o mensajes de las cosas inanimadas que nos acompañan, de los movimientos de la naturaleza y los astros, de las energías que empujan para salir y que están en nuestro pasado y estarán en nuestro futuro. Viene de la necesidad imperiosa de un remedo para una realidad eternamente adversa. De una ventanita de luz al misterio de la vida, de la esperanza de encontrar de a poco, en la oscuridad, la montaña que nos lleva a la paz de la paz.”

Nota aparecida en http://www.eltribuno.info/salta/diario/2011/03/06/salta/201ces-una-injuria-severa-lo-que-se-me-ha-hecho201d
Los énfasis a las palabras de Saluzzi se los he puesto yo porque reafirman opiniones mías.

Más sobre el Carnaval

Página 12 - 10 de marzo de 2011

EL PAIS › OPINION
Carnavales, cultura y política

Por Washington Uranga

Sería una simplificación mirar la restitución de las fiestas de Carnaval decidida este año por el Gobierno simplemente como parte de la política de incentivos al turismo o como una estrategia económica. También sería una ingenuidad creer que la decisión adoptada por la dictadura militar aboliendo el Carnaval fue apenas una demostración de supuesta austeridad por parte de los dictadores.

Ni tanto, ni tan poco. Nadie podría negar que en la decisión hay factores económicos y de estrategia política. También un sentido de justicia (ahora) y de injusticia (antes) respecto de los trabajadores y el reconocimiento o no de jornadas no laborables que pueden ser dedicadas al esparcimiento, a la distensión, a la vida familiar y cultural.

Pero habría que situar también la decisión actual en el camino de otras que se vienen adoptando para recuperar lo público como un espacio contenedor, la fiesta y la celebración como instancias que sirven para aglutinar a una comunidad, a un pueblo y consolidar su identidad. Ese fue también el sentido de las celebraciones del Bicentenario –el año anterior– que tan espontánea y genuinamente movilizaron a parte de la ciudadanía, en ese caso sin distingos de banderías o inclinaciones políticas. Aquélla fue la manifestación de un pueblo que recuperó para sí el espacio público sintiéndose protagonista del acontecimiento.

Para comprender el fenómeno habría que remontarse a la historia misma de la humanidad, para entender que la fiesta no es apenas un acto de representación. No es una manera de mostrar para otros. Es, ante todo y fundamentalmente, un acto de presencia a través del cual una comunidad, una colectividad, un pueblo se realiza. Particularmente el Carnaval no es un espacio donde las personas van a observar como espectadores. Es un ámbito donde el conjunto de las personas se integran y donde la vivencia en comunidad se hace concreta. En la fiesta la comunidad, y cada uno de sus integrantes, se hace visible. En el sentido más genuino la comunidad genera la ocasión para quitarse la máscara y sus miembros se revelan los unos a los otros. Para participar es necesario ser. El acto de representación, si es que existe como tal, viene a continuación.

Desde el punto de vista colectivo puede decirse que a través de la intervención en la fiesta los integrantes de una sociedad, los participantes que son a su vez ciudadanos, descubren y construyen juntos una razón de ser: la de vivir juntos en comunidad. Así se van constituyendo de manera asociada y compartida como un organismo vivo, dinámico, como una colectividad. Esta es la manera de construir la identidad cultural.

Privar a una sociedad, a la ciudadanía, del espacio de la fiesta es quitarle la posibilidad de construir también esa identidad nacional, romper o intentar romper los lazos que forjan una identidad cultural. Tomar una medida como la que ahora se pone en práctica es, entre otros motivos, aportar al sentido colectivo, una apuesta a seguir construyendo genuinamente una identidad cultural como pueblo. Podrá decirse que no alcanza con una medida aislada. Es verdad. Pero también es cierto que esta decisión de ahora se encuadra dentro de una serie de determinaciones que bien pueden entenderse como una orientación política en la misma línea. Recuperar el espacio público para la ciudadanía, como lugar de reconocimiento, de intercambio, de diálogo y también de celebración, es parte de una política pública en materia político-cultural.

Podrá decirse también que hoy el Carnaval no tiene las características de antaño. Porque la participación popular se ha restringido, porque las características de las celebraciones son otras. Es verdad. El sentido de la fiesta como lugar de encuentro y representación es otro, pero mantiene su condición fundamental: encontrarme con otros en un espacio común donde todos y todas nos hacemos visibles, nos reconocemos. No importa si es en el barrio o en un megafestival. La forma casi es un detalle menor.

Todo ello sin perder de vista que el acceso al espacio público hoy está atravesado por asimetrías. Y que mientras unos festejan en las calles y en las plazas, otros aprovechan la misma ocasión para hacer ostentación de consumo en selectos lugares turísticos. Las diferencias económicas y también socioculturales atraviesan y marcan nuestra sociedad. No se trata de olvidarlas. Pero esta realidad no invalida el sentido de lo que se afirma más arriba.

Uno de los mayores ataques que ha sufrido la cultura de nuestros pueblos latinoamericanos es la creciente individualización. El individuo se fue despojando (¿liberando?) de vínculos y hábitos culturales (¿tradicionales?) que por un lado lo encerraban y, por otro, lo protegían. Con ello se ganó en autodeterminación y en libertad, se abrieron otros horizontes, particularmente para los jóvenes. Pero ese ejercicio de la libertad depende de las capacidades y de las posibilidades. Unas y otras requieren de marcos de contención cultural para que aquella libertad pueda crecer y desarrollarse.

Si se disuelve lo público lo único que subsiste (y se potencia y sobrevalora) son las capacidades individuales. Sin lo público no sólo se pierde la posibilidad de reconocer a los otros y a las otras, sino que el sujeto mismo carece de referencias, de marcos para comprenderse a sí mismo, para desarrollar una identidad que siempre es en relación. Se diluye lo colectivo y desaparece la solidaridad.

En todo este recorrido, no es una cuestión menor recuperar el espacio y el sentido de la fiesta en el marco de lo público. Porque tiene valor político y cultural.

lunes, 7 de marzo de 2011

Carnaval ¿por decreto?

Está muy bien que se repongan los feriados por Carnaval. Porque era legítimo tenerlos y porque un gobierno ilegítimo los borró del calendario.

Pero la alegría no se puede imponer por decreto. Este pueblo ya no es el mismo de antes, cuando era la alegría popular la que generaba las fiestas. Este pueblo fue perdiendo la alegría junto con la simplicidad que es hermana de la inocencia. Los mismos músicos e intelectuales bien intencionados que han querido "mantener vivo" al carnaval, no han hecho otra cosa que mostrarnos un triste remedo, mejor dicho un remedo triste de la fiesta de Momo. Por estos días cualquier corso de la ciudad de Buenos Aires es la prueba más fehaciente de lo que digo. Más que corsos son corsés.

Este pueblo perdió las ganas de divertirse mucho antes de que se prohibieran los corsos, cuando le voltearon al gobierno que lo hacía más digno y feliz, cuando lo tuvieron proscripto, cuando hubo que resistirse y luchar, cuando lo sometieron al terrorismo de estado y a las miserias del capitalismo salvaje.

Hoy, las murgas, los bombos, los corsos, los disfraces; son "cosas de negros", y no de los que vienen de África, sino de los "cabezas". El carnaval "aceptable", vistoso, turístico, es desde hace años el que organizan en Corrientes o en Entre Ríos. Ambos son una burda y pobretona imitación del fastuoso y espectacular carnaval de Río de Janeiro.

Hoy por hoy algunos pretenden que sean las fiestas, en este caso el carnaval, las que generen la alegría. Eso es imposible. Si algún día retorna (seguramente retornará si no abandonamos este camino, pero no será mañana mismo), la alegría será fruto de la justicia social, del orgullo de pertenecer a una nación soberana, a una sociedad igualitaria, donde no haya excluidos, donde todos tengan oportunidad de realizarse. Nunca será fruto de un día más o menos de feriado en el calendario.

Si algún día regresa la verdadera alegría,espero que se manifieste con el carnaval más argentino posible: el ancestral de las provincias,y el carnaval porteño que conocí en mi infancia. Los culos trémulos son muy tentadores, pero además de no formar parte de mi idiosincrasia, me dan un poquito de vergüeza...

miércoles, 23 de febrero de 2011

Años

Me enamoré de ella en mi adolescencia. A pesar de que era mucho mayor que yo, enseguida nos juntamos y comenzamos a convivir.
Ella, aunque sencilla, madura y experta; era natural, fresca y luminosa como un amanecer. Yo ingenuo, curioso, apasionado, entusiasta, lleno de ilusiones.
Pasamos muchos años juntos y felices, ella disfrutando de mi amor y de mi energía, yo nutriéndome con su sabiduría y gozando de sus muchos encantos y talentos. Necesitábamos poco y nada para estar bien, armoniosos y plenos.
Aunque sabía que con el paso del tiempo ella iría perdiendo algo de su misterio, confiaba en que si bien algunos de sus atractivos desaparecerían, al correr de los años le encontraría otros.
Pero no sólo eso no ocurrió sino que ella se fue volviendo cada vez más superficial y materialista. Transcurrido algo menos de medio siglo juntos, decepción más, decepción menos, yo sigo siendo el mismo idealista aunque estoy viejo. Ella ha llenado nuestra casa de artefactos y escenografías y –maquillaje, tintura y cirugías mediante- aparenta ser joven, aún más joven que yo. Yo soy auténticamente viejo y ella artificial y patéticamente “joven”.
Cada vez con más frecuencia siento que ya no tenemos nada en común, que ya no la quiero. Y no sólo porque ya no le encuentro atractivos, sino también porque en lo más esencial, me defraudó. Sin embargo me aferro a los buenos recuerdos para no apartarme definitivamente de ella.

A veces me pongo a reflexionar acerca de cómo es mi relación actual con la música popular argentina de raíz folklórica.

lunes, 21 de febrero de 2011

RESCATES > LAS TAPAS DE LAS PARTITURAS DE TANGOS DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX


El tango por los ojos entra

Recién salido de la orilla y los prostíbulos, todavía lejos de legitimarse pero ya popular, el tango de las tres primeras décadas del siglo XX era alegre, pícaro, marginal. Y como poca gente era dueña de aparatos de reproducción de música, las partituras tangueras debían vender su contenido con diseños atractivos, que apelaran a todos los públicos. Tango, una pasión ilustrada, el libro del filósofo y especialista en cultura popular Gustavo Varela, recopila aquellas carátulas, joyas de la ilustración que hablan de la vida social del Buenos Aires de entonces y forman parte de una historia visual del género que está por escribirse.

Por Mariano del Mazo

Hubo un tiempo en que el tango estaba más cerca de lo que hoy representa la cumbia villera que de lo que sugiere su presente: una música prestigiosa que se debate entre la imposibilidad de consolidar un público local y la máquina de hacer chorizos para turistas. Un siglo atrás el tango era marginal, liviano y picaresco: las letras iban del costumbrismo más rancio a la obscenidad, y la música se escuchaba rudimentaria y alegre. Estaba empezando a salir del prostíbulo y faltaba muy poco para que París lo legitimara y provocara en la Buenos Aires europeizada de los años posteriores al Centenario una impresionante mezcla de clases. En sintonía con su origen musical híbrido, el tango desató una inédita trama de relaciones entre el inmigrante y el niño bien, la prostituta y el juez, la orilla y el Centro.

Afín al carácter de los primeros escarceos del género, cuando el tango era todavía una argamasa indefinida, el libro Tango, una pasión ilustrada de Gustavo Varela queda ubicado en un punto de confluencia entre la publicación artie, casi de diseño, y la reflexión, la historia y el ensayo. Varela es filósofo, docente de la UBA, director académico del posgrado Tango: genealogía política e historia en Flacso y, como ya lo demostró en su libro Mal de tango (Paidós, 2005) y lo demuestra cotidianamente en sus clases, piensa la cultura popular desde las complejidades sociopolíticas de cada época.

El libro parte de las carátulas de partituras publicadas durante las primeras tres décadas del siglo XX. Joyas de la ilustración, responden al imaginario y al estereotipo que planteó el tango ya desde sus inicios. Hay piezas famosas y también ignotas: desde “El choclo” (en el que se ve la caricatura de su autor, Angel Villoldo, frente a una planta de maíz) y “La Cumparsita” (una murga con un estandarte de la Federación de los Estudiantes del Uruguay) hasta “La grippe” (“tango contagioso para piano”) o el insólito “La muela careada” de Vicente Grecco. El prólogo del catedrático español Javier Barreiro es claro, informativo y revela la función difusora y multiplicadora de las partituras y, precisamente, de la necesidad de un dibujo atrapante en la portada como argucia publicitaria. “Téngase en cuenta que, al no existir medio de reproducción musical sino para los muy acomodados –fonógrafos que reproducían cilindros de cera, gramófonos que reproducían discos de unas 78 revoluciones por minuto, fonolas mecánicas o autopianos que leían rollos perforados–, eran el organito callejero, la banda de música en los días señalados, la actuación en directo en el café o en el teatrucho y el boca a boca los que determinaban la popularidad de un tema. Cuando esto sucedía, el público, deseoso de aprender la letra o de interpretarla en el piano, la adquiría. En otras ocasiones, se trataba de mero afán coleccionista. Recuérdese, además, que el piano era un instrumento usual en casi todas las casas de clase media y que el estudio de solfeo era mucho más popular entonces que en un tiempo como el nuestro”, escribe.



UNA HISTORIA GRAFICA
La música también entraba por los ojos. Los trazos –filosos en la crítica, deudores del art nouveau y del expresionismo– definen el mundo cotidiano a través de un sarcasmo entre cándido e impiadoso. Los autores de esas viñetas funcionales son desconocidos; a menudo se trataba de dibujantes consagrados en las revistas más populares de la época –Caras y Caretas, Fray Mocho y PBT– que eran contratados por las editoriales musicales y que, por considerar que se trataba de trabajos a pedido, preferían el anonimato.

Sorprenden por su audacia algunos dibujos de los tangos eróticos. Los títulos son elocuentes y parecen sacados del sketch de Diego Capusotto de Luis Almirante Brown o de las temporadas teatrales de Villa Carlos Paz: “¿Con qué tropieza que no dentra?”, “Déjalo morir adentro”, “El fierrazo”, “Dos sin sacarla”, “Haceme venir... la risa” y algunos que fueron cambiados como el célebre “La concha de la lora” (La cara de la luna). Nada se compara con “Metele bomba al P...rimus” y su portada prácticamente pornográfica para la moral de la época. En los antípodas, la romántica carátula del vals de Villoldo “Suspiros lejanos” señala al pasar el flirteo snob que tuvieron muchos compositores con París: lo que se ve es una dama en situación de añoranza amorosa, con la Torre Eiffel de fondo. Varela descubrió en este variopinto despliegue gráfico la posibilidad de indagar aspectos sociales y políticos latentes en los dibujos. Con pensamiento propio y prosa elegante, se basó en siete temáticas disparadoras: El prostíbulo, El baile, La mujer, El turf, Los tangos médicos, El tango en el extranjero y El tango y los negros.

“Siempre disfruté de las carátulas de las viejas partituras –dice Varela–. Lo que veía allí era el relato gráfico de un mundo distinto, hecho de personajes, de situaciones o de gestos muy propios que hablan de otro modo de la vida social en Buenos Aires en los primeros años del siglo XX. Intentaba encontrar escenas que me permitieran comprender mejor el ambiente en el que el tango nacía y se extendía por toda la ciudad. Creo que, más allá de la belleza que tienen los dibujos, son un documento histórico para quienes disfrutan o investigan la cultura del tango. Hay una historia visual del tango que todavía no se escribió, o que permanece dispersa, que incluye las carátulas de las partituras, los dibujos de Caras y Caretas, las fotos de sus hacedores, Sabat, Pettoruti, las tapas de algunos discos, algún cómic sobre Gardel. Este libro es un pequeño aporte a esta idea.”

Para Varela, el tango está invariablemente atado al derrotero político. No ve casual que el tango canción surja cuando Hipólito Irigoyen hace llegar al poder a los hijos de los inmigrantes. Y considera que la década infame en los años ‘30 tiene su correspondencia tanguística: “La llegada del cine sonoro impone el gusto musical que viene de Hollywood –el jazz, el fox trot, el cakewalk– y deja sin trabajo a muchos de los músicos de tango que acompañaban al cine mudo. El tango pierde la primacía de los años anteriores y las orquestas típicas no saben dónde tocar”, escribe, y completa una idea audaz, al menos incorrecta: “Si la historia política argentina define a los años ’30 como la década infame, para el tango lo es porque muere Gardel. Apenas un tiempo después el género comenzará a despegar del letargo en que estaba sumido en aquellos años. La muerte de Gardel fue tan generosa como su voz, tanto como para bañar de oro la década del ’40; como si el cortejo que acompañó sus restos anunciara eso, otra procesión que llegó a la Plaza de Mayo en 1945. El peronismo y el tango se amalgamaron en la fiesta popular y en un mismo entramado sensible”. El link une a Gardel con la década del ’40 y con Perón, y zanja la paradoja de que el mayor cantor argentino no perteneció a la época de oro del tango y desvía, al pasar, el brulote de Borges que veía en Perón la sonrisa de Gardel. Varela observa que la multitud que despidió al Zorzal en el largo cortejo fúnebre fue la misma que metió las patas en la fuente el 17 de octubre de 1945.

ABSTRACCION Y DESPUES
En ese sentido, ya lejos de las carátulas de 1900 y pico, Varela postula en el libro que en 1955 finaliza el tercer gran período de la historia del género, cuando cae Perón y Piazzolla forma su octeto. “El tango deja de ser canción popular y se hace abstracto, complejo, abierto a la influencia de una cultura internacional que ingresa a la Argentina después del peronismo.” La teoría es tan personal como arriesgada: si Perón hubiese resistido los bombardeos de Plaza de Mayo... ¿no hubieran llegado de todas maneras el rock and roll y luego Los Beatles? Lo que ocurrió con el tango, ¿no es casi un espejo de lo que pasó con el jazz en los Estados Unidos, que dejó de bailarse y comenzó a escucharse? Habla Varela: “Los períodos del tango están fuertemente atravesados por el devenir político, económico y social de los países centrales. Así, en el origen prostibulario del tango no es posible comprender el aumento de la prostitución en Argentina sin hacer referencia al problema mundial de la trata de personas y a los cambios en la concepción de la sexualidad de fines del siglo XIX. Las letras del tango canción dan cuenta, en muchas de sus letras, de un doble aspecto: de la conformación de la familia burguesa y de la conquista de derechos por parte de la mujer, procesos que se inician más allá de nuestra frontera. Por último, el fin de la época de oro está vinculado al derrocamiento del peronismo y, con ello, a la apertura de la hegemonía cultural de los Estados Unidos en la Argentina. Lo que ocurre en verdad es que no es el tango el que está atado a los acontecimientos mundiales sino la Argentina misma, su política, su economía, su cultura. Y el tango, más allá de las definiciones afectivas que intentan suponer una esencia inalterable, es una expresión que se mueve al ritmo de la realidad en la que habita”.

Esa realidad –con trazo grueso o sutil– es la que desacraliza el arte de las carátulas. Así aparecen las pócimas curalotodo como “Lugolina” (“¿Le pica? Lugolina. Tango compuesto por el Dr. Eduardo Franca, inventor de la Lugolina”), un primer actor como Florencio Parravicini (caricaturizado en “Alma de bohemio”, el hermoso tango de Roberto Firpo), la Justicia abrazada a un arlequín en “Derecho viejo” (de Arolas, “dedicado al Centro de Estudiantes de Derecho”), los inequívocos temas médicos (insuperables: “Sal inglesa” y “Matasano”) y el pueril racismo de “Tinta china” (con una pareja de negros bailando).

Todas las contradicciones nacionales de la época convivían en el tango: la manteca al techo parisina tirada por la patria ganadera, los burdeles de mala muerte, el aumento de la prostitución, la necesidad de integrar a través de símbolos nacionales un país disgregado en su mayoría extranjera, la explotación del obrero, el lugar de la mujer, etc. Una pasión ilustrada es la manifestación gráfica sin filtro de estas contradicciones. Y la representación burlona de una música que mutó de chispeante y lúdica a grave y sentenciosa, en un tránsito de cien años que fue del quilombo a la Unesco y que hoy, entre tanto historicismo, trata de adivinar un futuro y busca su destino, su forma, su lugar. Su carátula.

Tomado de: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-6842-2011-02-21.html

LOS INADAPTADOS DE SIEMPRE...

El problema es que en los festivales "folklóricos", hace rato que los "inadaptados" son mayoría...
En este caso, silbaron a Saluzzi porque querían a "Los Huayras"




"JURO NO REGRESAR NUNCA A UN FESTIVAL FOLCLÓRICO"

¿Qué pasó Dino Saluzzi? ¿Qué pasó Serenata? Lo que parecía el inicio de un bello romance, bajo un plomizo cielo calchaquí, se desdibujó en un predio que por minutos perdió su ‘encanto’. La lluvia persistente que cayó durante la nueva luna serenatera se transformó en un llanto. La ilusión de endulzar los oídos con este gran maestro se hizo trizas.

El clima castigó a Cafayate durante toda la velada y esto ocasionó que el festival no tuviera un desarrollo normal, en cuanto a la cartelera artística. La apertura se realizó cerca de la medianoche y hasta momentos antes se había barajado la posibilidad de suspender la quinta noche de la Serenata. Saluzzi estaba programado para las 0.30, pero el retraso en el inicio impidió que se cumpliera ese horario. El artista, radicado desde hace varias décadas en Europa, recién subió después de la 3 de la mañana. El bandoneonista fue recibido con un cálido aplauso por el público presente, inclusive también se escuchó una ovación luego de su primera interpretación. Pero a continuación, algunos inadaptados iniciaron una silbatina durante la actuación del hombre nacido en Campo Santo, e inmediatamente vino la respuesta del artista, quien castigó a todos por igual: “Cafayate, muchas gracias. Es evidente que no podemos luchar contra los predadores del folclore. Lamentablemente parece que es inútil el esfuerzo, es inútil el crecimiento. Nos han destinado a la ignorancia, a la fatalidad y al desamparo. Cafayate, muchas gracias, pero juro aquí no pisar nunca más un escenario folclórico”, dijo. Saluzzi descendió del escenario ante el asombro de los presentes. Una persona de su entorno dijo a la prensa que no brindaría declaraciones, pero en ese preciso instante el músico abrió la puerta de su camerino y se refirió a lo acontecido: “No me fue bien, no es lugar para mí. El público me ha vencido, mejor voy a seguir con lo mío”. Y antes de cerrar la puerta le dijo a los periodistas: “Gracias a ustedes perdieron un tipo más en el folclore”.

Antes de retirarse de la Bodega Encantada, Saluzzi cruzó palabras con miembros de la Comisión de la Serenata y reprobó el horario que se le había asignado. Sostuvo: “No me tienen que invitar para hacerme pasar vergüenza. Voy a poner la prensa del mundo en contra de Cafayate”.

Desde la organización argumentaron que todo fue un mal entendido, y especularon con que el artista volvería a subir al escenario, una vez que cesara la lluvia. Pero nada resultó dentro de lo planeado y todos salieron perjudicados. Dino Saluzzi, en un análisis frío, sabrá si tomó la decisión correcta al privar a muchos del sueño de escuchar su música en vivo, en este tradicional festival. En definitiva, un grupo minúsculo de destructores del folclore se salieron con la suya y no dejaron que el romance entre el público y este prestigioso artista tuviera un buen final.

Tomado de http://www.eltribuno.info/salta/diario/2011/02/20/espectaculos/201cjuro-no-regresar-nunca-a-un-festival-folclorico201d