lunes, 23 de marzo de 2009

Redondito, futbolera e ideológicamente hablando

Soneto de Juan Sasturain en la contratapa del diario Página 12 de hoy, que debemos valorar todos los futboleros independientemente del cuadro por el que simpaticemos:


Un viaje en Globo
Para Luis Durán y Pablo Vignone, quemeros.

Ayer me sentía mal y la amargura
tenía una razón empecinada:
quería –y no podía– escribir nada
que no fuera un insulto, bronca pura.

Como a muchos, me enferma tanta dura
campaña de derecha, enmascarada
por medios que –lo digo a la pasada–
no cuestionaron a la Dictadura.

Ya estaba por putear y no me explico
qué me pasó con esta contratapa.
De pronto apareció De Federico,

–con el flaquito Pastore de yapa–
y a puro toque y gol volví a ser chico,
me eché a volar con el Globo de Cappa.

Interesante artículo en el diario Página/12

MITOLOGIAS › LA PAGINA DE ANALISIS DE DISCURSOS

Periodismo líquido
Una reflexión sobre la idea del adjetivo “líquido” al uso de Zygmunt Bauman, pero aplicado al periodismo.

Por Martín Becerra *

El corazón de la sociedad de consumo late en una modernidad líquida a la que dedica buena parte de su obra Zygmunt Bauman. Ese latido bombea el fluido vital de ideales y valores inestables. El exceso de información caracteriza a las sociedades actuales. El sistema destinado a su producción, circulación y apropiación social define los rasgos identitarios de sus individuos así como un siglo atrás lo hacía la institución escolar, en la sólida era de la sociedad de productores. Para el sociólogo polaco, lejos de aquella estabilidad que imanaban tanto las palabras como las cosas, en la sociedad de consumo se diluyen esos sentidos fuertes para volverse todo lívido y fugaz.
Uno de los dispositivos emblemáticos del cambio epocal, que es la fuerza motriz de la producción y circulación de ideas y valores, es el periodismo. La modernidad líquida se nutre del ejercicio de un periodismo líquido, como tituló Miguel Wiñazki hace cuatro años.
Claro que referirse al periodismo como “líquido” en un contexto de hiperconcentración empresarial, donde el poder de grandes grupos desconoce fronteras (geográficas, económicas), parece contradictorio. ¿Periodismo líquido en un país encorsetado por el predominio de intereses bien mundanos que monopolizan derechos de televisación de interés masivo (como en el caso del fútbol) y obstaculizan toda iniciativa tendiente a la libre concurrencia y al acceso de otros –que no sean ellos mismos– a la titularidad de licencias audiovisuales? ¿No es ello exactamente opuesto a la liquidez? Pues no: una parte importante del periodismo se vuelve cada vez más líquido, más flexible y efímero, es decir menos sólido y metódico en sus objetivos, estilos, gramáticas, relaciones, rutinas y convicciones, al mismo tiempo que pocos grupos empresarios (algunos de ellos integrados por parlamentarios contra lo que la vetusta y autoritaria ley hoy defendida por los mismos grandes grupos, establece) consolidan su predominancia en el control de los principales medios del país. Tiene lógica: el periodismo líquido es por definición dúctil, y su condescendencia empieza por casa, con el patrón.
El periodismo líquido contiene, en sus condiciones de producción, un apotegma: la economía de recursos. Las personas, el tiempo y el estudio necesarios para comprender y explicar complejas situaciones sociales son reemplazados por el principio de instantaneidad irreflexiva. El periodismo líquido es antiintelectual por definición. Abusa de las opiniones, pero éstas deben ser viscerales (es el reino de exclamaciones como “¡qué horror!, ¡qué barbaridad!”, como bien ironizó Juan Pablo Varsky entrevistado por Página/12 en enero último).
Una de las figuras paridas por el periodismo líquido es la de los llamados “periodistas mendigos”. Son periodistas que mendigan por una entrevista o por una declaración anodina de alguien con fama. Es clásico el ejemplo del “periodista mendigo” al cierre de un partido de fútbol que se arrima al jugador: “¿Y Román, en quién pensaste al patear el penal?”. El periodista mendigo no interroga, sino que ofrece una cómoda excusa para que su “entrevistado” emita sin sobresaltos la frase que desee. El periodista mendigo no repregunta, a menos que su “entrevistado” lo habilite expresamente a ello. El periodista mendigo no incomoda, por decisión propia, al “entrevistado”. El periodista mendigo, valiosa pieza pulida por el periodismo líquido, emite elogios a modo de súplica si la fuente es “del palo” o la condena en juicio sumario si no tiene contacto o acceso a ella (pero no le dará derecho a réplica).
Como en el título del libro de Paula Sibilia, La intimidad como espectáculo, el periodismo líquido activa sus criterios de noticiabilidad a partir de dos variables: espectáculo e intimidad. Se reduce la noticia al ámbito de lo espectacular y para sostener la espectacularidad se recurre a la intimidad, al fisgoneo y la develación (muchas veces, autorizados por las fuentes) de lo íntimo.
Sería errado confinar a las secciones de deportes o espectáculos, esas zonas donde se dirime el “poder blando”, la morada del periodista mendigo: en la zona dura de economía o política la práctica mendicante gana terreno. Tampoco sería justo reducir la influencia del periodista mendigo a la televisión o la radio, medios cuyo torrente continuo de emisión exige llenar espacios incesantemente: el periodista mendigo anida en las redacciones de periódicos y revistas tanto como en los medios audiovisuales. No se trata de un problema individual: es un síntoma de época.
El periodismo líquido es puro presente y por ello el periodista mendigo debe privarse de ejercitar la memoria: su desempeño no sólo prescinde del archivo, sino que requiere anular toda documentación que rebase la referencia a lo inmediato. Con una excepción: la vida íntima o familiar del “entrevistado”. Es clave que el periodista mendigo conozca los nombres de hijos, pareja/s y mascotas del “entrevistado” para que, previa autorización, la conversación fluya entre anécdotas de su entorno familiar. Es clave para el periodista mendigo tutear al “entrevistado” y despedirse con un fuerte abrazo. Su máxima realización profesional será insertarse en el círculo íntimo del “entrevistado”, provocando una mímesis entre periodista y fuente. En última instancia, el periodista mendigo convierte su credo en religión y así como no exige coherencia en las posiciones de su “entrevistado” (porque teme irritarlo o porque ignora el pasado), tampoco respeta él mismo la lógica entre precedente y consecuente, y cambia de postura, de ídolo y de camiseta con naturalidad.
En el periodismo líquido el anecdotario es el factor clave de explicación de la realidad. Esta se teje, en el periodismo líquido, por anécdotas sin historia, justo a la inversa de la más fértil tradición periodística en donde la historia podía revestirse con anécdotas en aras del respaldo argumental y de la seducción del receptor.

* Universidad Nacional de Quilmes y Conicet.

viernes, 13 de marzo de 2009

Qué es un código?

Esta cuestión entre el entrenador de la selección argentina de fútbol y el jugador Juan Román Riquelme, disparó los más variados, presuntuosos y ridículos comentarios de igualmente variados, presuntuosos y ridículos comentaristas, entre los cuales me incluyo. Pero me sorprendió hasta el estupor escuchar a Alejandro Fabbri preguntarse escandalizado "¿Qué son los códigos?", cuando él, que supuestamente es un comunicador, no puede ignorarlo. Vayamos a ver qué dice el diccionario, en este caso el Gran Diccionario de la Lengua Española, Larousse, 1996. Omito los ejemplos y las ocho últimas acepciones (civil, de barras, de señales, fundamental, genético, morse, penal y postal) porque me da fiaca transcribirlos.

Código: (Del latín codex, libro.)
1. Conjunto de reglas o normas sobre cualquier materia.
2. Sistema de signos o señales que permite formular y comprender un mensaje.
3. Combinación de letras, números u otros signos que sirve para la identificación abreviada de empresas, organismos, productos y otras cosas.
4. Colección ordenada de leyes.
5. Recopilación de las leyes de un país.
6. Conjunto de reglas precisas, que se emplea para convertir datos de una representación a otra.

Entonces, ¿que dijo el jugador al decir "no tenemos los mismo códigos"? Dijo "no nos ajustamos a las mismas reglas", "no usamos los mismos signos o señales, por lo cual no podemos entendernos", "no nos regimos por las mismas leyes"...
Maliciosamente, los periodistas que se mueven más cerca del amarillismo escandaloso y farandulero que de lo estrictamente deportivo, quisieron ver en la palabra "código" un contenido mafioso. Si se quiere buscarle un lado oscuro, debemos decir que los códigos son, antes que mafiosos, corporativos. Si bien los usan la mafia y los malvivientes, también los emplean las sectas, los masones, los delincuentes, y otras corporaciones más inocentes como pueden ser las tribus urbanas, los obreros de cualquier rama de la industria o los servicios, los médicos y otros profesionales, entre ellos, los periodistas. Incluso hablamos de "códigos de caballeros" y "códigos de ética". De estos últimos, los hay escritos y los hay implícitos. Hoy por hoy, están bastante olvidados. Por ejemplo, cuando Fabbri -durante el programa "Estudio Fútbol"- le faltó el respeto al veterano periodista Horacio Pagani, pulverizó un código. Por suerte este último no hizo lo que haría cualquiera en su lugar, con lo cual seguramente el programa perdió de ganar unos cuantos puntos de rating. Pero Pagani parece que sí sabe qué son los códigos.
Señores de los medios, a poner buena fe y a llamar las cosas por su nombre. Y a ilustrarse antes de abrir la boca o aporrear el teclado.

Salute.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Más sobre manipulación mediática

La vida ya es bastante dura como para seguir dejando que nos la empiojen más. Creo que es útil leer esto:

http://www.taringa.net/posts/info/2237592/Inseguridad-y-Manipulación-Mediática:-Lo-que-debemos-saber.html

El fútbol también es folklore

Y ya que todos hablan, ¿por qué no voy a hablar yo?


Juan Román Riquelme es un jugador distinto. No me refiero sólo al juego: me refiero a su personalidad, a los hechos de su vida que han tomado estado público. No es amigo de los reportajes, es un tipo reservado, hasta tímido, al que le costó mucho adaptarse al contacto con los periodistas. No es amigo de los medios, su vida privada es eso, privada (¿alguien sabe cómo se llama su esposa?), no se le conocen adicciones, aunque podría ser adicto a la Coca-Cola. No se sabe que haya andado con malas compañías, ni con vedettes de cuarta, ni con modelos tiragomas. Ni se le ocurriría meterse a conductor de programas ridículos de TV, ponerse ropa extravagante, hacer ese exhibicionismo berreta al que Maradona y el común de los futbolistas actuales es tan afecto.

Para muchos, Juan Román atrasa: le gustan sus amigos de siempre, los de Don Torcuato, le gusta comer asado, respetar a sus padres -a quienes siempre tuvo muy en cuenta al tomar sus decisiones, incluso abandonar la Selección-, salir a la cancha con sus hijos o sobrinos, ganar torneos con las camisetas de Argentina o de Boca y fundamentalmente le gusta repetar y hacerse respetar. No sé cuántas veces salió expulsado de un campo de juego. La única que recuerdo es cuando le dio una hermosa piña a un marcador mediocre que para frenarlo le metió un dedo en el culo.

Linda imagen ésta: a Román nadie le mete el dedo en el culo sin recibir su castigo, aunque al mismo tiempo el castigo también caiga sobre él.

Maradona habló -siempre habla- y habló de más, casi siempre habla de más. Maradona no tiene códigos, ni límites, ni nada. Su vida es la prueba de una desmesura que exime de todo comentario. Y tiene ahora de ladero a otros desmesurados: Bilardo, un delirio desmesurado. Los jugadores "de exportación", que se creen el último huevo del pic-nic, unos egos desmesurados. Los dirigentes de la AFA, desmesuradamente extraviados para poner en manos de un chofer enceguecido e inexperto el ómnibus de la Selección. Como jugador, con Villarreal, Boca o la Selección Nacional, Riquelme ganó todo, excepto un Mundial de Fútbol. Como técnico, Maradona no ganó nada más que dos amistosos.

¿Qué se le achaca a Riquelme? ¿Por qué tiene "viento en contra" entre sus compañeros de equipos, entre los entrenadores, entre los periodistas y entre el público que sólo mira, escucha y lee a estos últimos? Porque es distinto, porque no encaja en la manada -mejor digamos la piara- que se presta al manoseo indecente del periodismo, porque no cedió a la seducción malévola de las mujeres fáciles, porque no pisa el palito de la declaración escandalosa que da de comer a los vende humo de los medios y programas deportivos. Por eso.