jueves, 3 de enero de 2019

En la peluquería



Si bien mi blog se titula como se titula, no queda afuera la posibilidad de expresar mis impresiones de lo que me circunda diariamente. De alguna manera, esas cosas que veo y que, a veces elogio y otras veces critico, forman parte de unas tradiciones o del folklore del lugar y en el tiempo en los que me toca vivir.

Hace unos días, antes del cambio de año, fui a mi peluquería habitual. Una peluquería de hombres, bien de barrio, con un solo peluquero, no muy conversador y que además corta (¿cortaba?) muy bien. Entre otras características que me hacían preferirlo, estaba que el hombre se tomaba su tiempo para cortar, no importándole el número de clientes en espera. Pero bueno, encontré el local cerrado, con la persiana baja sobre la cual había adherido con cinta adhesiva un cartelito escrito a mano con letras de imprenta que rezaba:"Por razones de salud, la peluquería permanecerá cerrada hasta nuevo aviso".

Así fue que rumbeé hacia otra, un poco más lejana, recomendada por uno de mis yernos. Local sencillo, un par de fígaros, un papá con tres niños, uno en el sillón siendo atendido. En el otro sillón un hombre a punto de ser despachado. Tenía que esperar que el papá y otro de sus hijos se sometieran a las tijeras.

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Un tipo pelado, de nariz rara, parecido a Aldo Rico, sentado en uno de los sillones preguntaba y respondía sobre distintos temas pero siempre a los gritos al mayor de los dos profesionales. De fondo, la tele en el canal TyC con un panel de ¿periodistas? discutiendo acerca de si existe la traición en el fútbol.

Es inconcebible la cantidad de burradas y opiniones fascistoides que tuve que escuchar en los escasos 50 minutos que permanecí en la nueva peluquería: burradas históricas, como que Alvear había tenido DOS presidencias hasta que lo derrocó Uriburu; que después de que De la Sota se mató con su Volvo, vinieron a inspeccionarlo de la fábrica SUIZA, que nuestro país necesita no uno sino TRES Hitlers, y una variada gama de sobrenombres para designar a CFK, ninguno elogioso.

Esta noche pondré unas velas al santo de los peluqueros para que el mío se restablezca. 
Y pronto.