domingo, 31 de mayo de 2009

DEBATE

Días atrás, el promotor de espectáculos Daniel Spinelli me hizo llegar un mail, que a mi vez distribuí -sin mayor eco- entre músicos y aficionados a la música de raíz folklórica, con el objeto de iniciar un debate. Tuve una respuesta reflexiva y medular de Juan Falú, que va más allá del mero descontento, la opinión apresurada y superficial y la crítica facilista. Aquí van los textos de Spinelli y de Juan, para que quienes lo deseen hagan llegar su pensamiento. Pero por favor, se agradecerá que las respuestas estén a la altura de lo que ambos expresan. Saludos.

El mensaje de Spinelli:

ROCK SÍ, FOLKLORE NO
Ésta parece ser la consigna del ser nacional metropolitano, es decir, los habitantes de Capital y el Conurbano Bonaerense, y a los hechos me remito.
La Renga en el autodromo convocó 100.000 personas; Los Piojos, en River, 55.000; cada noche del Quilmes Rock, entre 45.000 y 60.000 fanáticos de todas las edades...
Los rengos y piojosos se auto-convocan sin afichaje, ni TV, o publicidad gráfica, todo es boca a boca o mail a mail.
Y ahora sí la pregunta del millón… ¿Por qué los tres grandes del folklore sólo reunieron 15.000 almas musicales de tierra adentro?
Antes de la réplica tengamos en cuenta que… contaron con todo el apoyo de los medios de comunicación, programas políticos, de cocina, humorísticos, radios y gráficos sin límites, más la predisposición de los artistas como jamás hubiéramos imaginado y en algunos casos, rayando lo ridículo.
Entonces ¿qué pasó? ¿Las entradas eran caras?, ¿la fecha no fue la correcta?, ¿la propuesta artística no era prometedora?
No, rotundamente no, busquemos la explicación recordando que días atrás en el Festival Internacional de Folklore de La Plata estos mismos músicos no lograron reunir más de 2500 personas en cada una de sus noches con una localidad a $ 30 y $ 60.
¿Han saturado al público en su exposición mediática (cada 48 hs, Crónica TV o Canal 26 emite un recital de ellos) perdiendo así el misterio y el encanto de los artistas populares? ¿O será que el afán de facturar les cambió la brújula y la presentación en forma reiterada en los mismos escenarios pueblerinos saciando la sed de los fanáticos dejándolos sin adherentes a su consumo.
Si, porque años atrás el artista era un artista y hoy es un producto y como tal se lo trata, y suele suceder que los productores y empresarios ensanchan con ceros sus cuentas bancarias en desmedro del músico y del género.
¿Cómo entender que el 70% del padrón de Capital y el Gran Buenos Aires, siendo descendiente directo de provincianos, haya perdido la mística y el afecto a sus raíces?
Cuidado, que en ésta perdemos todos y es hora de ponernos a buscar ésta y muchas otras respuestas y dejar de echarle la culpa a la poca difusión, la invasión de música extranjera etc, etc.
Hagámonos cargo de nuestras responsabilidades y trabajemos para cambiarle el giro a la taba, porque el que no cambia todo, no cambia nada…"

Seguidamente, el mensaje de Juan Falú:

Emilio,
El tema a que hace referencia Spinelli merece un debate, aunque para mí los ejes del mismo sean posiblemente diferentes. El debate obliga a una frontalidad para opinar sin tapujos.
Hay una suerte de miedo a opinar sobre el rock nacional y todas sus manifestaciones en cuanto expresión cultural y ya no sólo musical.
En cambio, sobre el folklore y sus manifestaciones, también culturales, son más visibles las opiniones. Es sabido que, desde siempre, hay protagonistas del folklore que cuestionan las expresiones exitistas y marquetineras del género. O aquellas que dividen las aguas entre el tradicionalismo y el progresismo, cuestión también visible en el tango.
Personalmente, las veces que he osado cuestionar aspectos del rock nacional –como lo hice tantas veces con expresiones del folklore- observé cuán tentador es para los medios “tirarme la lengua” para desatar una polémica jugosa pero inoperante, en la medida que el que se juega es uno y pocos se acercan al ruedo.
Al mismo tiempo, sé muy bien que hay un hastío en vastos sectores de la comunidad artística y sus públicos, referido a una suerte de roquización de la cultura que incluye, aunque cueste creerlo, a varias expresiones folklóricas.
Lanzado el tema, me animo a exponerte algunas ideas porque me parece que podrás entenderlas y “distribuirlas” con respeto y sin especulaciones. O sea, puedes hacer con mi texto lo que quieras: cuestionarlo, enriquecerlo, mostrarlo o ignorarlo.
Mi primera premisa es que prefiero hablar de un movimiento cultural y estético, el rock nacional, y no de los colegas artistas, comulgue o no con ellos en sus concepciones estéticas o ideológicas.
La segunda, es que lo hago por considerar importantísimo el debate, lo que incluye mi disposición a aceptar mis limitaciones o errores de interpretación.
Pienso que hay un encuadre histórico que ayuda a entender mudanzas estéticas en la Argentina.
Desde mediados de los 70’ hasta comienzos de los 90’, hay un período marcado por la irrupción de la dictadura genocida, cuyos efectos se padecieron durante una década de democracia, a partir de su restablecimiento en el 83’.
Menciono a grandes rasgos:
- Eliminación física de parte fundamental de una generación
- Debilitamiento de la clase trabajadora
- Exilios masivos (externos e internos)
- Autocensura, miedo y silencio en vastos sectores
Frente a este cuadro, la caída del muro [de Berlín, N.del T.], el posterior planteo del fin de las ideologías [Fukuyama, N.del T.], y la llamada “globalización”, configuran una situación externa que a Argentina la afecta más por su situación interna.
Por donde se lo mire, nuestro país se encuentra en crisis con sus valores establecidos, aún cuando muchas veces encontrados entre sí: las bondades de nuestra “europeización”, la incidencia de la clase trabajadora en la posibilidad concreta de pensarse como un país con justicia social y decididamente latinoamericano.
Pero lo peor de todo fue el silencio que produjo la represión genocida. Fue más un silencio por duelos que por miedo, pero silencio al fin.
Y pasó lo peor: la interrupción de la transmisión de la memoria cultural.
A partir del 83’ los jóvenes argentinos empezaron a expresarse abiertamente desde el arte más que desde la política, pero, interrumpida la memoria, parecían estar fundando un modo de ser, de expresarse, de cantar. En este contexto aparece el rock nacional, con sus aportes y sus carencias.
Su gran aporte fue canalizar sucesivas expresiones generacionales. Su gran carencia fue nacer sin historia por detrás. En su vocación de expresar un modo argentino de ser, se proclamó como rock nacional pero, en realidad, contaba con escasísimas referencias de un ayer nacional.
En ese sentido, el rock se inaugura a sí mismo, mientras el tango y el folklore siempre se retroalimentaron con sus fuentes históricas respectivas.
Hasta aquí me parece que, discutible por cierto, esta es una relación de hechos históricos.
Lo que ocurre después, es para mí el centro del debate. Es la roquización de la cultura.
Veamos:
- Carteleras de espectáculos: predominio del rock
- Músicas en los medios: predominio del rock
- Clásicos del folklore reinterpretados por el rock y, desde esas versiones, dados a conocer a los
jóvenes.
- Cambio radical en el modo argentino de cantar
- Desaparición de los solistas
- Valorización de los altos volúmenes y del espacio abierto multitudinario como espacio casi
excluyente
- Traslación de esos valores a los grupos de expresión folklórica
- Traslación del modo de instrumentación del rock hacia el folklore (guitarras enchufadas, baterías, bajo eléctrico)
- Traslación del concepto de “banda” musical hacia expresiones del folklore
- Reinterpretación de himnos y canciones patrias
- Anclaje masivo en el “público joven” o, lo que es casi lo mismo, aparición de la categoría “público
joven”
- Elección del rock por parte del Estado, como fórmula segura de convocatoria para actos artísticos vinculados a algún rédito de gestión
- Envíos al exterior por parte del Estado de músicos de rock en proporción mayor que a los
representantes de cualquier otra expresión musical
- “Recuperación de raíces folklóricas” por parte del rock o de artistas del rock
- Actos oficiales por jornadas como un 25 de mayo o parecidas: predominio de artistas de rock
- Actos oficiales vinculados a los derechos humanos: predominio del rock. Se asocia casi
irreflexivamente que progresismo y rock van de la mano. Esta identificación incluye algunos artistas del folklore, como si el resto fuese también irreflexivamente asociado a “lo viejo”.
- Esponsorización de actividades musicales por parte de sectores privados: marcadamente hacia el rock.
Podría seguir con ejemplos de esta roquización, pero creo haber señalado suficientes.
Es imprescindible tratar de entender por qué esto fue posible.
Para ello no basta con cuestionar al rock, sin antes intentar entender un contexto histórico o tal vez la crisis de representación de los jóvenes por parte de otras estéticas.
Más aún, sería altamente positivo asumir que todo tiene su lugar bajo el sol y que tal vez esa incomodidad que suscita la tal roquización sea una expresión más de prejuicios aún no desmontados. Personalmente siempre me planteo esta cuestión, pues no me interesa imponer un punto de vista, sino entender al país que amo.
Sin embargo, no puedo ni quiero disimular cuánto me incomoda esta especie de recambio estético.
Pienso que, así como muchas corrientes musicales del folklore y el tango se enrolaron en la idea de proyectar desde las fuentes, generando un constante movimiento de evoluciones poético-musicales, a veces transgresoras pero siempre con un anclaje en las pertenencias, el rock se debe a sí mismo una revisión. Para ello es necesario debatir. Y no hablo de tendencias dentro del rock, o si es pesado o heavy o metálico o baladista. Hablo de una fuerte revisión de sí mismo como movimiento.
Tiro algunas ideas, que por cierto pueden tomarse como dardos:
- El rock apareció como rock, es decir, como expresión foránea, lo que no tiene nada de malo.
- El rock nació como descarga y poco hizo para salir de ese rol. Eso poco suele ser lo que
generalmente todos valoramos como aporte artístico, sea compositivo o interpretativo.
- El rock llegó a su propio techo de un modo natural, por ser un movimiento sin pasado cultural local.
El remedo de lo foráneo adaptado a lo nacional condujo a un techo y, en consecuencia, a buscar
identidades con lo que había atrás, en el tango y el folklore. Así el rock reinterpretó el folklore y a
veces el tango, pero desde su estética y su status de lenguaje masivo y joven con fuerte apoyo
mediático, privado y oficial.
- La consecuencia de esa reinterpretación es, en muchos casos, que tales públicos conozcan una
música argentina transmitida desde el desconocimento de las fuentes.
- En este sentido, con o sin talento, con buenísimas intenciones o por especulación, el rock es
responsable de un cambio de identidad musical y debe hacerse cargo de ello. Dicho de otro modo, es difícil aportar a la recuperación de la memoria colectiva, contando la historia sin saber quiénes y cómo la hicieron.
La descarga como medio y a veces como fin de la expresión artística, debe entenderse y aceptarse, pero es necesario ser concientes de que restringe la expresión artística. Prueba de ello es que los propios modelos locales que el rock abraza en su búsqueda de identidad, como Yupanqui o Leguizamón, representan lo opuesto del sentido de descarga.
Sus obras, como la de tantos otros que se ignoran, surgieron más de estados de ensimismamiento, recogimiento, comunión con las tierras y los pueblos, que de ser un eslabón en la cadena de la descarga social.
- El rock se debe una revisión del uso de la tecnología acústica, para zafar de una suerte de
dependencia de la misma y ser conciente de que si tal tecnología sigue seduciendo por la capacidad de ocupar estadios con altos volúmenes (lo que no se cuestiona pues de hecho responde a una necesidad de artistas y públicos), ello conduce necesariamente a una suerte de marginación respecto de otros recursos instrumentales y sonoros que los pueblos aún cobijan y añoran.
- El rock se debe a sí mismo, salvo excepciones, consolidar la idea del arreglo musical. El término
banda merece una interpretación lingüística. Lo cierto es que, musicalmente hablando, se desdeña el arreglo en un sentido instrumental y contrapuntístico. Sobre este punto, creo que cabe la misma crítica al folklore y no así al tango.
- El rock se debe a sí mismo un reconocimiento de la mirada de los otros. Hay otros, entre ellos
muchos jóvenes, que están más allá de la estética roquera. En el caso de muchos jóvenes, la han
transitado y no reniegan de ella, pero están poblando peñas en todo el país, buscando la danza
folklórica, bailar un tango, reconocerse en un ayer de obras e intérpretes que descubren con emoción y respeto. Para todo este movimiento, si continúa sin revisarse, el rock puede resultar caricaturesco.
Hace poco debatí estos temas en Cuba, porque no me hizo ninguna gracia que los más jóvenes nos identifiquen solamente a través de León, Fito o Charly (con todo respeto). Yo conozco a Pablo y Silvio, pero Cuba me llega profundamente desde la vieja trova. De Brasil conozco a Caetano y Djavan, pero me llega profundamente desde Caymmi o un cantor nordestino o mineiro. Y nosotros ¿qué? Pareciera que antes del rock no hay señales, salvo Gardel para los más viejos.
Eso tenemos que pensarlo todos, roqueros o no.
Y la revisión más importante, tal vez basada en una hipótesis discutible: si el rock ocupó espacios vacíos en momentos de gran debilidad y crisis de nuestro país, puede leerse como un aporte a la cultura o como substitución de muchas señales de culturas precedentes, que la propia sociedad añora. O puede haber significado ambas cosas.
Si la hipótesis no es desdeñable, ¡qué tamaña incomodidad debiera producir ser cómplice involuntario de la substitución de culturas tan ricas y queridas!
No sé si estoy zarpado. Sinceramente quiero ser respetuoso y pre-ocupado. Ayudame a pensar.

Juan

1 comentario:

desdelatinoamerica dijo...

Celebro este tipo de debates!!.
Aporto luz citando a el musicólogo Cubano Olavo Rodriguez:
"Las tradiciones resumen gran parte del conocimiento acumulado por la humanidad, y se enriquecen cuando adoptan elementos novedosos que en el decursar del tiempo y las épocas también pasan a ser tradición.
LA FUERZA DE LA TRADICIÓN POPULAR PARA COHESIONAR DISTINTAS GENERACIONES LE ATRIBUYE QUIZÁS SU MAYOR IMPORTANCIA POLÍTICA, PUES CREA UN LENGUAJE COMÚN ENTRE LOS HOMBRES DE ÉPOCAS DIFERENTES.