miércoles, 26 de enero de 2011

Cosquín 2011

Las siguientes son unas reflexiones escritas en 2006, pero que aún parecen tener actualidad:

SÓLO ES ARTE LO QUE CREA

“El verdadero lujo se hace a mano”
Juan Bialet Massé

Por estos días, en esta ciudad –y sospecho que en todo el país- se da un auge de la construcción de viviendas. El hecho, de por sí beneficioso para un país que ha sido devastado en su aspecto social por políticas generadoras de desempleo y pobreza, tiene sin embargo un costado lamentable.
A diario observamos la demolición, es decir la destrucción sin orden ni criterio, de casas antiguas, sólidas y bellas, en muchos casos con valor histórico; para dejar paso a edificios que bajo ningún punto de vista las igualan en calidad estética ni funcional. Las nuevas construcciones se realizan empleando materiales actuales que, como sabemos, no han sido creados para beneficio de los futuros moradores de aquellas unidades sino más bien para aumentar el lucro de los constructores.
Algo muy similar sucede en el campo de la música popular argentina, donde se ha puesto de moda entre los músicos y cantantes dedicarse a hacer versiones de temas clásicos –ya sea de música ciudadana o de raíz folklórica- para lo cual acuden a “arreglos” que son, en la inmensa mayoría de los casos, una destrucción total de la forma y del contenido de esas canciones, amén de que también constituyen una falta de respeto a los autores y compositores de las mismas.
¿Por qué se obra de este modo? Podríamos decir que es porque faltan talento y creatividad. También porque la audacia alcanza para canibalizar la obra ajena, pero no para asumir el riesgo de crear la propia. Pero no estaríamos equivocados si además dijéramos que se procede así porque se busca al éxito económico seguro e inmediato, porque se persigue la obtención de réditos sin asumir riesgos.
En esta defraudación, hay cómplices. Más que cómplices, partícipes necesarios. Son los periodistas y los [multi] medios de difusión. Aquéllos, porque han declinado su función crítica y se han convertido en meros agentes de prensa de los artistas, muy probablemente a título oneroso.
Éstos, porque saturan al público con la difusión, como sucede en este momento con el nuevo disco de Diego Torres, y sucedió antes con Soledad, Los Nocheros y el Chaqueño Palavecino. Así debemos soportar que en las dos únicas radios temáticas de Buenos Aires dedicadas a la música argentina, nos pinten como “geniales creaciones”, por ejemplo, al despanzurramiento del hermosamente simple vals de Pedro Datta “El aeroplano”, por parte de un músico cuyo nombre no recuerdo; o la chabacanería del grupo platense “Los Jíbaros” (sic) que mecharon el sonido de un serrucho como alegoría de un coito en su versión de la “Chacarera de las piedras”, de Yupanqui. El inconsciente ha traicionado a estos achicadores de cabezas musicales al momento de dar un nombre a su pandilla, al igual que aquellos músicos que han titulado “Demoliendo tangos” a su espectáculo.

No soy Jesús para echar a los mercaderes del templo. Pero como los oídos, mentes y corazones de cada uno de nosotros son templos que merecen ser respetados, los invito a no dejar entrar en ellos a estos mercaderes, y sí a hacerles un lugar a los verdaderos artistas: los que crean obras o los que interpretan las ya creadas sin destruirlas.


Buenos Aires, 29 de julio de 2006

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