martes, 30 de agosto de 2011

HAY QUE PROHIBIR LOS ÁRBOLES

Publicado el 1 de agosto 2011 en el periódico "Correveidile" de Chacras de Coria, provincia de Mendoza, Argentina

por Carlos Dante Mendoza


Debiéramos talar todos los árboles de Chacras, cortarlos impiadosamente y quemar sus ramas en una hoguera que ilumine muchas noches. Luego también nos ocuparemos de sus raíces. Las extraeremos de la tierra y quedarán por un tiempo en una vergonzosa exposición, para que todos vean y se rían de su ya moribunda desnudez. Los talaremos a todos, procuraremos que para las generaciones futuras los árboles sean un recuerdo, o mejor aún, un mito, así podrán hasta dudar si alguna vez existieron.

El tiempo, tarde o temprano, los talará definitivamente de la memoria y sus cenizas serán polvo mezclado con el de otros muertos.

Ganaremos espacios para estacionar injustificadas camionetas cuatro por cuatro, construiremos pasarelas para mostrar nuestras vulgaridades de los modos más ostentosos, prohibiremos hablar de cosas como el crujir de las hojas en otoño y los colores cálidos de los troncos. Estas medidas nos ayudarán de paso a abolir a los absurdos pájaros.

Debemos ser precisos y cuidadosos en nuestros planes, asegurarnos que no quede ni un solo árbol en el mundo –ya que estamos llevemos la propuesta más allá de Chacras-. No debe quedar ninguno, de otro modo, nuestro patético plan fracasará. Si los hombres del mañana ven a uno, tan solo uno, seguramente les despertará curiosidad la extravagancia de sus colores. Tal vez el perfume del aire después de haber rozado su follaje los enloquecerá y nunca más podrán resistirse a la belleza de los bosques. Entonces, por haberlos descubierto de improviso, por tener que cuidarlos para que crezcan y sentir la emoción –desconocida por nosotros- de tocar sus ramas, emprenderán una férrea defensa de los árboles y de las aves que los habiten y de las flores que los rodeen. Si ven uno, tan sólo uno, nada detendrá en esos hombres el afán de hermosura y dignidad que da a la vida el placer de tener un árbol, de engendrar un bosque en donde hubo un orgulloso desierto.

Nosotros, los hombres de ahora, que aborrecemos a los árboles y sabemos que pueden ser reemplazados fácilmente por plástico y acero, perderemos la batalla, pues, los hombres del mañana involucionarán hasta parecerse a nuestros abuelos, ¡qué bárbara tragedia!.

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