lunes, 30 de enero de 2012

EL DUEÑO DEL SILENCIO

Reproduzco una nota del 29 de enero de 2012 aparecida en Diariamente, de Neuquén. Los énfasis son míos.


“Cosquín, emocionado por un grande”

La noche del miércoles, Cosquín mostró su costado más emotivo, con el reconocimiento a un artista enorme: Juan Falú.

Juan Falú, dueño del silencio respetuoso y el aplauso admirado (foto TELAM)

Se presentó con su guitarra, saludó con la sencillez que lo hace al entrar a una casa de amigos, se sentó y dijo: “soy tucumano, vengo de Tucumán”. Inmediatamente interpretó una chacarera prolija, sentida, exacta.
Luego pidió permiso para ocupar el tiempo de una canción para decir “otra cosa”. Habló del genocida Bussi, figura nefasta de Tucumán, quien falleciera hace un tiempo. Se refirió entonces a la poesía escrita por otro tucumano, talentoso como pocos: Néstor Hipólito Soria. Un poema que solo puede escribir quien siente con profundidad el dolor de su tierra tucumana, herida por un personaje siniestro de la historia argentina.
Falú lo leyó y sin agregar una sola palabra, adjetivo, discurso, echó a volar la zamba “La tristecita” con la creatividad que lleva en sus dedos desde siempre. La plaza estaba hipnotizada, aplaudió sin estridencias ni gritos y el artista sostuvo el clima con “El Jangadero” del salteño Jaime Dávalos.
Piezas difíciles para un auditorio acostumbrado a batir palmas, bailar y gritar acompañando “la fiesta”.
Sin embargo, Falú los llevó a esa zona que el alma tiene: la intocable, íntima emoción. Cuando se despidió con un simple “gracias”, la gente se puso de pié con aplausos que mostraron la aprobación más profunda. Ni una palabra de más, ni un gesto demagógico: pura entrega nacida de la convicción. Provocar algarabía, baile, palmas es nada difícil en un festival de estas características. Pero ¿quién puede conseguir el silencio del silencio en ese espacio?
Juan Falú no adhiere con la palabra, no levanta la guitarra para alzar la plaza, ni repite el slogan impuesto por las campañas del momento: él dice con su guitarra única y con una personal historia y conducta intachable a través del tiempo, junto a la vida de sus coterráneos, de sus compañeros de ruta, de sus amigos, de sus alumnos, de su familia.
La poesía de Néstor Soria, el tucumano autor de innumerables piezas joyas de nuestro folklore, marcó un territorio distinto en la plaza de Cosquín con su poesía, por tratarse de un tema, que aunque conocido, es actualizado en el marco de una fiesta que no permite detenerse en la memoria a fuerza de tanto fervor festivalero.
Un momento inolvidable tuvo Cosquín en la luna del miércoles: Juan Falú y la poesía de Néstor Soria, ambos herederos de lo más auténtico de la tierra donde se nace y se pisa. Una dupla que merece lo que tuvo y mucho más en el escenario de Cosquín.

Hilda López

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