CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE ATAHUALPA YUPANQUI:
(1908 - 31 de enero - 2008)
Artículo extraído de la revista "Folklore" Nº 89 (9 de marzo de 1965). Los énfasis son míos.
"¿Qué piensa Atahualpa Yupanqui de los nuevos valores de la canción?Hay dos caminos: la verdad y la mentira. Cada uno es libre de elegir lo que quiera, pero quien elige la mentira, que no la disfrace con el rostro de la verdad.
Los jóvenes que hoy cantan canciones folklóricas o de proyección folklórica, en su mayoría cantan sin responsabilidad. No se puede tolerar que se deforme el rostro moral y espiritual del país. Son dueños de hacer lo que quieran, pero si esa tendencia significa una deformación de la fisonomía espiritual de nuestro pueblo, estoy contra esa tendencia.
Yo prefiero reconocerme con mis compatriotas a través de la "Zamba de Vargas", por ejemplo, sin que eso signifique que me haya detenido, artísticamente, en el siglo pasado.
Por ahí saben decir que hay que entrar en lo moderno. No deben identificarse modernidad con decadencia. Ellos llaman moderno a lo que está sumado a la decadencia, a lo que es decadente aquí, en Chile, en México o en el Perú.
Así como el Renacimiento tuvo sus artistas, la decadencia también los tiene. En este momento, la decadencia se está acusando en sus formas más públicas.
No niego que haya artistas jóvenes de buena fe. Los hay, también honestos y que están en el buen camino, como Carlos Santa María (*), por ejemplo. Pero la mayoría, en vez de tener anhelos coincidentes con sus promotores, tienen ambiciones coincidentes. Con un ponchito al hombro y cuatro versitos tienen ganado su día y cubierta su cuota de vanidad. Después, que estudien los viejos...
Muchos de ellos están en la línea del menor esfuerzo para el arte o para ganarse
la vida. Ahora se acostumbra mucho, también, buscar novedosos arreglos de voces. Los arreglos de voces me parecen bien, siempre que se respete la melodía. Los chicos están jugando a la originalidad...Casi no vale la pena hablar de esto.
Pero el hilo de la melodía no debe desvirtuarse... Detrás de todos o casi todos estos jóvenes que cantan con pretendido sentido de modernidad, hay, en la
mayoría de las veces, una intención utilitaria. Da la impresión de que la juventud, desde el punto de vista criollo, ha tomado como objetivo los consejos del Viejo Vizcacha -"hacéte amigo del juez"- y no los de Martín Fierro. Están viendo la medalla por el reverso.
Hay, sin embargo, jóvenes incontaminados, que no han entrado conscientemente en la mentira...He escuchado, algunas veces, armonizaciones que recuerdan algún lied alemán. No es necesario limpiarse las orejas con las espuelas para ser gaucho. Pero ya que, por ejemplo, les gusta a muchos jóvenes tocar el bombo, deberían saber que el bombo era usado por los indios con un sentido casi sagrado, ritual, y que su sonido simboliza la tierra cansada de dar cosechas... El joven que tenga en sus manos éste u otro instrumento debe saber, ante todo, qué es lo que tiene con él, antes de largarse a hacer folklore, a cantar una canción folklórica. De otro modo, hará -como es corriente- una cosa amanerada y de dudoso sexo...La canción folklórica habrá perdido su carácter...
El gran pecado, en este aspecto, es el de los empresarios y promotores que aprovechan financieramente estas cosas. Así como hay leyes que impiden el ejercicio ilegal de la medicina, habrá que pensar en un modo de policía espiritual que impida esos atentados contra la salud espiritual de las masas populares. ¿Qué pasaría con la salud del público si en vez de médicos el ambiente estuviera plagado de curanderos? No veo remedio inmediato a esta situación. Los decadentes no tienen remedio.
A los jóvenes, les diría que sepan elegir. Ellos se sitúan como testigos de un viejo pleito: la verdad y la mentira. Si eligen la mentira, que lo digan, que no se disfracen...Antes de presentarse en radio o en TV -cosa hoy de tan extraordinaria facilidad- deberían leer una montaña de libros y caminar doscientas legüas tras el objetivo artístico. Hecho eso, tendrían que decidir: la verdad o la mentira.
Por ahí dicen también que con el sentido actual que se le da a la canción nativista se gana en universalidad. Yo diría que confunden lo internacional con lo universal. Pero, antes que nada, debe partirse de una verdad: sólo la verdad puede universalizarse...
Hay una cosa a la que los jóvenes de hoy suelen temer: la soledad. Una cosa es quedarse solo y otra conquistar la soledad... La baguala, como el estilo y la milonga sureña, son expresiones del hombre en soledad. Por eso, los jóvenes de hoy no cantan, por general, estilos, milongas ni bagualas. Hay mucha soledad en ello. La baguala que se canta suele venir con una aureola de leyenda y pintoresquismo. No está aprendida en el lugar, sino a través de discos de conjuntos de éxito. De ahí que muchos de estos jóvenes canten sin información. Si hubieran oído, por ejemplo, una baguala cantada en Tafí del Valle, pero no en tiempos de turismo ni con ánimo de veraneo, entenderían la enorme dignidad que ella tiene, la soledad que hay en una baguala, como la tienen un estilo o una milonga.
Hay, pues, que madurar, estudiar, andar....Después elegir. Elegir entre dos caminos: la verdad o la mentira..."
(*) Carlos Santa María (Diamante, Prov. Entre Ríos, 1936). Guitarrista, cantor, compositor. Desde hace varios años reside en Quito, Ecuador.
2 comentarios:
Estimado Emilio, su hija Cecilia (que se autopromociona como parte de la obra de su padre, téngalo en cuenta y puede sentirse orgulloso por eso) tiene el pesar de tenerme como docente en estos momentos en la UBA, y acaso conociendo mi gusto por los blogs y la música en general me envía el vínculo a este nuevo proyecto suyo, enhorabuena y que sea con éxitos.
Y curiosamente, en la clase de ayer mismo hablábamos de la verdad y la verosimilitud, que son dos cosas muy diferentes una de la otra. A veces la verdad puede ser poco creíble para muchos, y lo verosimil, por su parte, tantas veces puede ser una gran mentira.
Algo así sucede también con el arte. Y dentro del arte con la música.
Hace un rato nomás hablaba con otra estudiante de la diferencia que media entre el arte popular y los productos de la industria cultural hechos para ser consumidos popularmente. El arte reside en la trascendencia, que no es otra cosa lo que Don Ata llama "la verdad". Y en esa trascendencia pierde sentido la distinción entre un arte popular y un supuesto otro arte de élite.
Lo verdaderamente otro, esto es, el producto de la industria cultural, es verosimil. Pero no es verdadero. Es kitch, en el sentido de pretender ser trascedente sin serlo. O es directamente una muestra de la cultura pop, en el sentido de ser intrascendente y jactarse de ello.
El verdadero arte ni siquiera sabe, a veces, que lo es. Otras veces sí lo sabe, en ocasiones con orgullo, y en otras con modestia. Pero siempre es verdadero, y allí reside su sentido último y su secreto.
Una sugerencia: sería por demás atractiva la inclusión de un audio que ilustrase cada una de las actuales y futuras entradas. Leer sus palabras mientras Don Ata suena como compañía sería una especie de perfeccionamiento posible, si me permite la idea.
Un cordial saludo.
Estimado Germán:
Muchas gracias por su mensaje y sus sugerencias, a las que tendré muy en cuenta. Yo también me autopromociono con mis hijas, por las que siento tanto amor como orgullo.
Tal como usted lo señala, en nuestros días las industrias culturales suponen que pueden "fabricar" autenticidad, como quien fabrica réplicas del calendario azteca para los turistas. Del mismo modo, han confundido a la ciudadanía haciéndoles creer -con la colaboración de los medios de difusión- que algo es "popular" cuando sólo es "popularizado". Le dejo un cordial saludo y espero eue algún día podamos hablar de estos temas en persona.
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