Siguiendo con la narración de lo hecho en estos años en que estuve ausente del blog, les dejo dos miradas sobre mi reciente libro "Eso que llamamos folklore". Las dos provienen del campo académico, por lo cual están revestidas tanto de autoridad como de objetividad. Verán que están lejos de ser complacientes.
La primera firmada por la Dra. Silvina Luz Mansilla se encuentra en la página 17 del Boletín nº 72 de la Asociación Argentina de Musicología:
http://www.aamusicologia.org.ar/wp-content/uploads/2017/06/72.pdf
La segunda, por la Lic. Angélica Adorni, fue publicada en el nº 17 de la Revista Argentina de Musicología y su texto es el siguiente:
Emilio Pedro
Portorrico: Eso que llamamos
folklore. Una historia social de la música popular argentina de raíz folklórica
(Buenos Aires: el autor, 2015). ISBN 978-987-33-8566-7, 208 pp.
¿Qué es eso a lo que llamamos folklore? ¿A qué nos referimos
cuando hablamos de una historia “social”? ¿Acaso no es evidente que toda
historia debería abordar lo social? Ya desde el título Portorrico despierta
interrogantes que se refuerzan al finalizar el libro. “Eso” que es llamado
popularmente y a secas como folklore es, como bien aclara el autor desde el
mismo título, música popular argentina de raíz folklórica. Lejos de los
numerosos desvelos y debates que la definición del término folklore ha
provocado en el ámbito musicológico argentino, la misma no parecería despertar
contradicciones en el público común: parejas danzando con brazos en alto en
algún acto escolar de la infancia, cuartetos vocales con guitarra y bombo, la
imagen de Atahualpa Yupanqui o Mercedes Sosa, el eco lejano de un “¡Aquí,
Cosquín!” y, ya en la generaciones más jóvenes, el “revoleo” de algún poncho (1)
, vienen a la mente para definir lo que popularmente llamamos folklore (2).
Portorrico haría bien en asumir (poniendo énfasis con una conjugación en
primera persona) que la gran mayoría de los argentinos (musicólogos y no
musicólogos, para quienes también está escrito este libro) compartimos un
imaginario más o menos aproximado de los fenómenos a los que nos referimos
cuando hablamos de folklore. Este género que en la primera mitad de la década
de 1960 protagonizó un boom de
popularidad es tratado en el libro en su desarrollo desde finales del siglo xix
hasta la actualidad. La historia del folclore ya ha sido abordada, pero
Portorrico demuestra que merece aún líneas de tinta: su trama es compleja,
habría mitos por derribar y hechos que precisarían volver a pasar por la
memoria y la reflexión del lector. Las inquietudes latentes al finalizar sus
páginas no constituyen una falencia sino por el contrario, potenciarían el
interés en el área y evidenciarían que hay mucho trabajo aún para musicólogos e
historiadores. Según Juan Pablo González, en América Latina las músicas rurales
o de tradición oral entraron en el campo de la música popular mediatizada en la
medida en que se incorporaron a un proceso de modernización social y se
hicieron funcionales desde el interior de la cultura de masas (3) , sea a los
intereses de la industria cultural, sea a los de las elites políticas
dominantes de turno. Es así como el proceso de mediación sufrido por la música
folclórica (4) en nuestro país se remonta a la década de 1920, en estrecha
interacción con el desarrollo de las industrias culturales: editorial,
discográfica, radiodifusión, circuito de sitios de baile y diversión, teatro y
espectáculos, y la naciente cinematografía (5). Contemporáneamente, los
proyectos etnomusicológicos que en esas décadas tuvieron como objetivo
recopilar el cancionero popular en varias provincias del país contribuyeron
entre otras cosas a afianzar cierta idea de argentinidad (apoyada por un proyecto
político nacional) y aportaron a la construcción de un mapa del folclore
musical argentino invisiblemente incompleto y fragmentado. Portorrico, formado
como sociólogo, deliberadamente presenta en su libro un desarrollo de la
historia de la música popular argentina de raíz folclórica estableciendo
permanentes conexiones con el desarrollo de la industria cultural. Realiza anclajes
en los contextos sociales, políticos, económicos y culturales tanto nacionales
como internacionales desde finales del siglo xix y todo el siglo xx,
demostrando que el devenir de los hechos musicales a través de sus
protagonistas (artistas, consumidores, difusores) está influido (cuando no,
determinado) por dichos contextos. Se propone ante todo un abordaje de la
historia del género no condescendiente con los relatos hegemónicos, en la misma
línea revisionista en que lo hace el libro reciente de otro investigador
formado por fuera del campo musicológico: el historiador Oscar Chamosa (6).
¿Subyace un posicionamiento ideológico en las páginas reseñadas? Sí, y me
permito aquí una reflexión que me pertenece: sería difícil que esto no suceda
con mayor o menor transparencia pues, si hablamos de lo popular en la Argentina
del siglo xx, se vuelve imperioso hablar de movimientos políticos. En este caso
y aunque el autor no lo explicite, el lector podrá advertir fácilmente entre
las líneas su simpatía de bandera. La ilustración de tapa podría darnos un
indicio: se trata del óleo Arrieros (imposible no pensar con Yupanqui en que
las penas son nuestras pero las vaquitas, ajenas) del artista bonaerense
Enrique José de Larrañaga (1900-1956). Las obras de este pintor (reconocidas y
premiadas en vida pero menoscabadas luego de su muerte) fueron rescatadas y
traídas al público a través de una retrospectiva realizada en el Museo Nacional
de Bellas Artes hacia fines de 2013, entre las cuales se expuso Arrieros. El
menoscabo sufrido por este artista podría deberse tanto a su público apoyo al
gobierno peronista (motivo por el cual fue exonerado de sus cargos docentes en
1955), como por su estilo de representación de escenas telúricas no coincidente
con las formas dominantes de su época. Cabría pensar que la elección de
Portorrico de esta pieza de grandes dimensiones (probablemente desconocida para
el público no formado en la plástica) invitaría a revisar, de la misma manera
en que lo hace con la música, también la historia del arte argentino. Quizás
Portorrico desde su enunciada lateralidad del campo musicológico (él mismo se
presenta como aficionado, difusor e investigador autodidacta sin pertenencia
institucional) presenta un modelo para la investigación en música popular. Su
minuciosidad en el relato delata muchas horas de trabajo (por no decir años) en
contacto con fuentes de primera mano: diarios, revistas, registros, documentos
oficiales, discografía y bibliografía específica. Revela también el contacto
directo con los protagonistas mismos de la historia o con los que estuvieron
muy cercanos a ellos, volcado en el libro a través de entrevistas y testimonios.
Portorrico parece ser, en el buen sentido, lo que suele llamarse un ‘ratón de
biblioteca’; pero evidencia además un fuerte acercamiento al género como
melómano y sujeto participante de la historia que narra. Si bien su escritura
se acerca al estilo, no pretende ser estrictamente académica. Se le podrían
reclamar aspectos obligados de una publicación que aspira a la construcción del
conocimiento científico, por ejemplo, la ausencia de una bibliografía general detallada
al final del libro o la carencia de algunas citas (7). Pero hay
cualidades evidentes que, directa o indirectamente, sí contribuyen a esa
construcción y que no podemos reclamarle. Son el desinterés, la perseverancia,
el esfuerzo en la indagación de documentos y reunión de datos, la preocupación
por argumentar, fundamentar y respaldar con hechos cada una de las ideas clave
que desarrolla. Portorrico demuestra ser un apasionado de la música popular de
raíz folclórica y de la historia; y escribe con la misma pasión con que
investiga, poniendo todo su saber, sin mezquindad, al servicio del lector. Esto
compensa sobradamente los aspectos que podrían verse como carencias académicas.
La mayor virtud del libro de Portorrico radica en exponer y relacionar, casi
didácticamente, una cantidad faraónica de sucesos, nombres, datos e imágenes,
logrando pintar un gran fresco social que relaciona el panorama histórico
mundial con el local, involucrando en la historia de la música popular
elementos tan disímiles como guerras mundiales, flujos migratorios, divisiones
del trabajo, políticas de estado y desarrollo de la industria cultural. Se
sirve de un diseño sumamente atractivo desde lo visual y accesible en su
abordaje, consistente en segmentar la escritura en secciones poco extensas y
utilizar numerosos registros visuales (fotos, reproducción de publicaciones y
publicidades de época) que, presentados en buena calidad, disparan la
imaginación y la curiosidad. Al atractivo de las imágenes se suma la
incorporación de textos breves en columnas laterales (casi pequeños relatos
paralelos, alusiones concisas a ideas desarrolladas más ampliamente en el
cuerpo del libro). Estas características hacen que la edición pueda ser
disfrutada desde la primera y rápida hojeada que hacemos del ejemplar cuando
llega a nuestras manos. La escritura es en general simple y los contenidos
están respaldados por abundante documentación y bibliografía, mayoritariamente
citada en pie de página. La estructura del libro se divide en dos grandes
partes, cada una a su vez con particiones más pequeñas. Se advierten entre
diferentes secciones algunas reiteraciones de información que podrían responder
al interés del autor en reforzar ciertas ideas. En sus últimas páginas incluye
además un índice onomástico de utilidad para el usuario. Mientras que la
primera mitad del libro corresponde a un desarrollo cronológico de los hechos
(bastante logrado a pesar del complejo entramado), en la segunda parte los
títulos se ordenan de acuerdo a temáticas específicas (por ejemplo: guitarra y
guitarristas; sellos editoriales y discográficos; la relación del folklore con
el cine, el rock, la censura, etc.). Aquí el acotado espacio físico permite,
para ciertas secciones, solo copiosas enumeraciones o un desarrollo exiguo de
aspectos que podrían ser tan interesantes como extensos. Es una lástima que el
libro no pueda (aunque quiera) agotar la larga lista de asuntos que se propone.
Pero el compendio de información reunida es completo y constituye para muchos
temas un trabajo sin antecedentes, lo que realza su valor como punto de partida
y base de abordajes más profundos. En todo caso, pone en evidencia que hacen
falta más publicaciones y que la investigación acerca de la música popular
argentina de raíz folclórica constituye un campo inmenso y aún inexplorado
donde los objetos de estudio están lejanos a agotarse. ¿Para qué tipo de
público está dirigido este libro? El perfil del lector es abarcador, tan amplio
y popular como la música a la que se refiere. El atractivo formato y la
escritura accesible de los que ya hablamos, así como la tarea de difusión que
el propio Portorrico ha hecho de la publicación (8) demuestran que su propósito
es acercarla a la mayor cantidad de lectores posibles. Es un libro para tener a
mano y consultar, curiosear, perderse en su laberinto de imágenes: siempre
habrá algo nuevo que descubrir. Es un libro para prestar y regalar, porque de
seguro quien alguna vez haya disfrutado de tararear una zamba, encontrará
interés en sus páginas. En el ámbito musicológico el libro despertará sin duda
inquietudes, abrirá interrogantes que podrían iniciar otros caminos de
investigación. Porque el ovillo de la música popular de raíz folclórica es lo
suficientemente grande como para que Portorrico solo pueda mostrarnos una
pequeña punta, y tentarnos a seguir desovillando, desenredando y creando nuevos
tejidos con su historia.
Angélica Adorni
(1)
Expresiones popularizadas en el escenario por Julio Mahárbiz (Julio Márbiz) la
primera como conductor durante largo período en el Festival Nacional de
Folklore de Cosquín y la segunda por la cantante Soledad Pastorutti.
(2) Aún con
la castellanización del vocablo, su uso con la letra k continúa siendo la más
común fuera del ámbito de escritura académica.
(3) Juan
Pablo González: Pensar la música desde América Latina (Buenos Aires: Gourmet
Musical Ediciones, 2013), p. 85.
(4) Utilizo
aquí el concepto en términos generales, sin ahondar en especificidades sobre su
definición.
(5) González:
Pensar la música..., p. 189.
(6) Oscar
Chamosa: Breve historia del folclore argentino. 1920-1970: Identidad, política
y nación (Buenos Aires: Edhasa, 2012). Reseñas bibliográficas 173
(7) Si bien
la mayoría se encuentra a pie de página, la cantidad de datos consignados es
tal que imposibilita referenciarlos en su totalidad. 174 Revista Argentina de
Musicología 2017
(8) Durante
2016 hizo presentaciones en Capital Federal, Gran Buenos Aires, San Luis y
Mendoza. Existe además una página en facebook para la publicación.